A
principios del siglo XX había una familia a la que conocían como los
Martínez. Laura, que tenía 8 años, y Raquel, que tenía 4, eran las
hijas. Los Martínez eran una familia humilde y vivían en una casa en
medio del bosque. Las niñas eran muy bonitas. Laura tenía el pelo castaño y largo; al contrario que Raquel, que era rubia y con el pelo rizado. Las dos vestían con vestidos largos; el vestido de Laura era azul y llevaba un
lazo en la cabeza del mismo color. Raquel llevaba el vestido de color
granate y marrón con una flor en la cabeza. Un día salieron a jugar al
bosque acompañadas de su gato y de un caballo de juguete. La pequeña se
distrajo un poco cuando iba caminando por medio de los árboles y de
pronto no supo volver donde estaba su hermana. Su hermana, cuando se dio
cuenta, empezó a buscarla llamándola: ¡Raquel, Raquel! Y fue corriendo a
casa en busca de sus padres para decirles que no encontraba a
Raquel.Los padres salieron a buscarla muy preocupados. Todos llamaban a
Raquel: ¡Raquel, Raquel! ¿Dónde estás? Laura lloraba mucho, de pronto
vio el caballito de Raquel. Fue corriendo, y allí estaba su hermana en
medio de unos arbustos, muy asustada. Laura llamó a sus padres: ¡Papá,
mamá, aquí está, por fin la he encontrado! Las niñas se abrazaron muy
contentas y Raquel le dijo que nunca más se separaría de ella. Todos se
marcharon a su casa muy contentos, porque encontraron sana y salva a la
niña.
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